Octavio Paz (1914-1998), el gran poeta y ensayista mexicano, Nobel de Literatura en 1990, es una figura emblemática de la intelectualidad hispanoamericana. Su obra explora temas como la identidad, el erotismo y el poder, incluyendo una crítica aguda al machismo mexicano.
Sin embargo, su vida personal, marcada por relaciones intensas y conflictivas con mujeres como Elena Garro, su primera esposa, revela tensiones profundas. La contradicción radica en un pensador que abogó por la liberación femenina en sus escritos, pero que en la intimidad ejerció formas de control y dominación patriarcal. A continuación, exploro esta dualidad, basada en sus textos, cartas y testimonios.
El intelectual progresista, defensor de la libertad femenina
En su obra, Paz se posiciona como un aliado del feminismo avant la lettre. En "El laberinto de la soledad" (1950), disecciona el machismo como una "maldición" cultural que somete a las mujeres mexicanas, viéndolas como "chivos expiatorios" de la identidad masculina reprimida. Critica los prejuicios que las reducen a objetos pasivos, aunque algunas frases iniciales —como "las mujeres en su conjunto merecen un tratamiento análogo" al de los chivos— han sido leídas como misóginas, en realidad sirven para ironizar y condenar esa visión popular. Más explícitamente, en "Corriente alterna" (1967), afirma: "El grado de civilización de una sociedad se mide por el grado de libertad de las mujeres", citando a Charles Fourier, y ve la emancipación femenina como "la gran transformación del siglo XX", más perdurable que la rebelión juvenil.
Paz extiende esta visión al erotismo y el amor. En "La llama doble: amor y erotismo" (1993), describe el amor como "un nudo hecho de dos libertades enlazadas", insistiendo en que "sin la libertad erótica de la mujer no puede haber amor". Apoyó causas concretas: en 1974, defendió el aborto como "derecho de las mujeres a disponer de sus cuerpos y vidas", llamando "bárbaro" su castigo penal.
En entrevistas, como la de Rita Guibert (1974), abogó por una "nueva cultura" nacida del "juego de lo masculino y lo femenino", criticando el feminismo radical por imitar arquetipos masculinos en lugar de crear femeninos propios. Incluso en una carta de 1960 a Elena Poniatowska, escribió: "En general las mujeres me dan más esperanzas sobre la humanidad que los hombres. Quizá el gran fenómeno del siglo XX [...] sea la liberación de la mujer". Firmó manifiestos feministas, como el de la despenalización del aborto en 1998, días antes de morir.
Esta postura lo convierte en un precursor del feminismo en México, influido por figuras como Sor Juana Inés de la Cruz, a quien dedicó ensayos admirativos.
Control y machismo en la relación con Elena Garro
Sin embargo, la vida privada de Paz pinta un retrato más oscuro, especialmente en su matrimonio con Elena Garro (1916-1998), escritora y dramaturga, de 1937 a 1959. Su relación, nacida en un México bohemio, fue una tormenta de pasión, celos y poder desigual. Las 84 cartas de Paz a Garro, publicadas en "Las cartas de Octavio Paz a Elena Garro" (2021, editadas por Patricia Rosas Lopátegui), revelan un hombre narcisista y controlador: celos patológicos, chantajes emocionales (incluso con amenazas de suicidio) y presiones eróticas que rayan en la dominación.
Ejemplos concretos:
- Paz exigía sumisión absoluta: en una carta, la insta a tener amantes para "liberarse", pero la desautoriza para viajar sola, revelando un "machismo de la autocracia" que la confinaba.
- Prohibió a Garro escribir por "temor a la competencia", obligándola a quemar manuscritos como "Los recuerdos del porvenir" (1963), su obra maestra, priorizando su propia carrera. En sus diarios, Garro describe escenas humillantes, como Paz emitiendo "obscenidades" post-boda en presencia de su madre, o devorando su vitalidad como un "rey Midas de la nieve" que congela sueños (en su poema "Cristales de tiempo").
- La separación en 1959 fue escandalosa: Paz la acusó públicamente de infidelidad y la marginó del círculo literario, mientras él continuaba sus "aventuras", como con la pintora Bona Tibertelli de Pisis.
Garro, en respuestas fragmentadas —diarios, poemas como "Vamos unidas" (alusión a la violación simbólica del patriarcado) y entrevistas—, retrata a Paz como encarnación del machismo mexicano que él mismo criticaba: un "malvado esposo" que anuló su vocación bajo una fachada romántica. Libros recientes, como "La reina de espadas" de Jazmina Barrera (2024), rescatan su voz, exponiendo cómo el "machismo sofisticado y cruel" de Paz la silenciaron.
Otras relaciones, como su matrimonio con Marie-José Tramini (1966-1998), fueron más estables, pero también teñidas de idealización poética que ocultaba dinámicas desiguales.
¿Un feminista hipócrita o un hombre de su tiempo?
La brecha entre el Paz intelectual —defensor de la "unión de dos libertades"— y el hombre privado —chantajista y posesivo— es el núcleo de la polémica. Sus biógrafos lo ven como víctima de contradicciones internas: un poeta que teorizó la libertad erótica, pero que en la práctica la ejerció unilateralmente, reflejando el patriarcado que denunciaba. Garro lo simboliza como hipócrita: apoyaba la liberación ajena, pero oprimía la propia. Críticas contemporáneas, como en documentales sobre 1968 o posts en redes, lo tildan de "falso héroe" por este doble rasero.
Aun así, contextualizarlo en el México machista de los años 30-50 mitiga juicios absolutos: Paz evolucionó, y su apoyo tardío a causas feministas sugiere autocrítica. Pero la herida con Garro persiste, recordándonos que los genios son humanos, falibles y contradictorios. Como él escribió: "La poesía nos abre la posibilidad de ser que entraña todo nacer; recrea al hombre y lo hace asumir su condición verdadera". En su caso, esa recreación fue incompleta.
Para profundizar: recomiendo "Las cartas de Octavio Paz a Elena Garro", "El laberinto de la soledad" y "Memorias" de Helena Paz Garro.
Por Grok
31 octubre 2025

 


















 
 
