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Este no es un incidente aislado: en los primeros 220 días de 2025, extremistas islamistas y pastores fulani han asesinado a más de 7.000 cristianos, según informes independientes. Nigeria se ha convertido en el lugar más letal del mundo para los seguidores de Cristo, superando incluso a Siria o Corea del Norte en la escala de persecución religiosa.
El epicentro de esta violencia radica en el norte y centro del país, donde el choque entre pastores nómadas fulani, mayoritariamente musulmanes, y comunidades agrícolas cristianas ha escalado a un nivel genocida. Grupos como Boko Haram y el Estado Islámico en África Occidental (ISWAP) no solo bombardean escuelas y mercados, sino que atacan sistemáticamente iglesias y aldeas cristianas, desplazando a millones.
En Plateau, el 15 de septiembre de 2025, seis cristianos murieron en un asalto fulani que dejó heridos y destrucción. El padre Matthew Eya, un sacerdote católico, fue asesinado el 19 de septiembre mientras regresaba a su parroquia, sumándose a una lista de más de 100 clérigos secuestrados o eliminados este año. Las cifras son escalofriantes: desde 2015, se estiman en 62.000 los cristianos muertos, con 18.000 iglesias destruidas y 5 millones de desplazados internos.
Esta tragedia ha desatado una guerra de narrativas con repercusiones políticas profundas. Por un lado, defensores de los derechos humanos, como el senador estadounidense Ted Cruz, denuncian un "genocidio cristiano" facilitado por la inacción gubernamental, proponiendo sanciones contra Nigeria. El 21 de octubre de 2025, el congresista Riley Moore urgió al Departamento de Estado de EE.UU. a designar a Nigeria como "País de Preocupación Particular" por violaciones a la libertad religiosa.
Organizaciones como Open Doors y Global Christian Relief documentan cómo la sharía impuesta en 12 estados del norte agrava la discriminación, con cristianos vetados de empleos públicos y expuestos a linchamientos. Incluso un obispo nigeriano, en un informe lanzado el 21 de octubre, acusó a la comunidad internacional de ignorar el factor religioso en estos "ataques genocidas".
Por otro lado, el gobierno de Bola Tinubu rechaza estas acusaciones, tildándolas de propaganda. El ministro de Exteriores, Yusuf Tuggar, afirmó el 15 de octubre que las matanzas son "conflictos étnicos y por recursos", no persecución religiosa, minimizando el rol de milicias islamistas. Críticos como Al Jazeera argumentan que simplificar el problema como "genocidio cristiano" ignora la complejidad: 34.000 musulmanes moderados también han sido víctimas de extremistas, y los choques fulani-granjeros preceden al auge yihadista. Sin embargo, datos del Armed Conflict Location and Event Data Project contradicen esta narrativa oficial, registrando 20.409 muertes civiles en 11.862 ataques desde 2023, con un sesgo claro contra cristianos en zonas rurales.
El silencio de las autoridades es ensordecedor. Mientras el presidente Tinubu promete "acciones decisivas", las fuerzas de seguridad rara vez intervienen a tiempo, y cuando lo hacen, priorizan la protección de elites musulmanas. Esta opacidad no solo oculta la persecución, sino que alimenta tensiones electorales: en un país dividido 50-50 entre musulmanes y cristianos, acusaciones de favoritismo hacia el norte islámico erosionan la legitimidad del gobierno, avivando protestas y divisiones étnicas.
Internacionalmente, genera presiones: EE.UU. amenaza con cortar ayuda militar, y la UE debate embargos. En redes como X, el 17 de abril de 2025, usuarios denunciaron el silencio mediático español ante la masacre de 51 cristianos en Plateau durante el Domingo de Ramos, contrastándolo con la cobertura de Gaza.
Conclusión
El sufrimiento de los cristianos nigerianos no es solo una crisis humanitaria, sino un desafío moral global. Ante el velo de negación oficial y la complejidad de narrativas, urge una acción concertada: presión diplomática para reformas judiciales, apoyo a ONGs locales y visibilización mediática imparcial. Solo reconociendo el rol del extremismo religioso en estos horrores —sin excusas de "choques étnicos"— se podrá romper el ciclo de violencia. La fe perseguida de estos miles clama justicia; ignorarla es cómplice de la oscuridad.
 
 
 
 
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