jueves, 6 de noviembre de 2025

La Virgen María, ni mediadora de gracia ni corredentora: Una polémica estéril que divide sin enriquecer

En los últimos días, el mundo católico ha vuelto a agitarse por un viejo debate marianista que, como un eco persistente, resuena en redes sociales, foros teológicos y hasta en las salas de las parroquias. El 4 de noviembre de 2025, la Congregación para la Doctrina de la Fe (CDF) del Vaticano emitió un documento doctrinal titulado "Mater Populi Fidelis" ("La Madre del Pueblo Fiel de Dios"), aprobado por el Papa León XIV, en el que se desaconseja el uso de los títulos "Corredentora" y "Mediadora de todas las gracias" para referirse a la Virgen María. 

No se trata de una condena formal ni de una retractación dogmática, sino de una "aclaración" destinada a evitar confusiones y promover una devoción más centrada en la maternidad única de María. Sin embargo, esta nota ha desatado una tormenta de reacciones: desde protestas de grupos tradicionalistas que la ven como un "ataque a la tradición" hasta aplausos de quienes celebran un paso hacia la claridad ecuménica. ¿Vale la pena esta polémica? En mi opinión, no. Es una discusión estéril que no suma ni resta nada a la esencia de María como madre de Jesús, pero que, en cambio, fomenta divisiones innecesarias entre los fieles.

El origen de los títulos: Devoción vs. dogma

Para entender el meollo del asunto, hay que remontarse a la rica tradición mariológica de la Iglesia. El término "Corredentora" surgió en el siglo XV, popularizado por teólogos como el dominico Bernardo de Lauria, y fue empleado por papas como León XIII, Pío X y Pío XII para resaltar la cooperación única de María en la redención, especialmente en el pie de la cruz (Jn 19,25-27). 

De manera similar, "Mediadora de todas las gracias" evoca la idea de que María, como madre y canal de la gracia divina, intercede por nosotros, dispensando los dones que fluyen de Cristo. El Concilio Vaticano II, en "Lumen Gentium" (n. 62), la llama simplemente "Mediadora", sin el "de todas las gracias", y enfatiza que esto no resta ni añade a la mediación única de Jesús (1 Tm 2,5).

Estos títulos no son dogmas de fe, como la Inmaculada Concepción o la Asunción, sino expresiones devocionales. Han sido usados en encíclicas y oraciones, pero siempre con la salvedad de que María actúa en subordinación absoluta a su Hijo. Como explica el documento vaticano reciente: "La expresión 'corredentora' no ayuda a exaltar a María como la primera y principal colaboradora en la obra de la redención y la gracia, pues conlleva el riesgo de eclipsar el rol exclusivo de Jesucristo". El cardenal Víctor Manuel Fernández, prefecto de la CDF, añade en el prefacio que tales términos, amplificados por las redes sociales, siembran confusión y no reflejan la devoción popular auténtica.

Históricamente, el debate ha sido alimentado por peticiones para elevar estos títulos a dogma, impulsadas por movimientos marianos en el siglo XX. Juan Pablo II los usó en al menos siete ocasiones, pero siempre en contextos pastorales, no definitorios. Críticos, incluidos teólogos protestantes y ortodoxos, argumentan que estos términos equiparan a María con Cristo, lo que complica el diálogo ecuménico. El Vaticano, en su nota, prioriza esta unidad: "Atribuir roles activos paralelos a los de Cristo nos aleja de la incomparable belleza que es única de ella".

¿Por qué es una polémica inútil?

Aquí radica el núcleo de mi argumento: esta discusión no altera la fe católica en lo esencial. María sigue siendo la "Theotokos", la Madre de Dios, cuyo "fiat" (Lc 1,38) abrió las puertas a la Encarnación. Su grandeza incomparable, como dice el documento, "reside en lo que ha recibido y en su disposición confiada a dejarse llevar por el Espíritu". Llamarla "corredentora" o no, no cambia su rol como la mujer que dio al mundo al Salvador, ni su intercesión maternal que la Iglesia invoca en el Ave María: "Ruega por nosotros, pecadores".

María, la madre de Jesús

Imaginemos un catolicismo donde el foco esté en lo esencial: María como la humilde sierva del Señor (Lc 1,48), unida a Cristo en la cruz y en la resurrección, intercediendo por nosotros sin eclipsar al único Mediador. El documento vaticano invita precisamente a eso: "Ella es la madre que dio al mundo al autor de la redención y de la gracia, que se mantuvo firme al pie de la cruz, sufriendo junto a su Hijo". En un mundo fragmentado, esta visión une en lugar de dividir.

La polémica sobre "corredentora" o "mediadora" es, en última instancia, un ruido innecesario. No quita ni añade a la Virgen que, en su Magnificat, proclama que Dios "ha mirado la humillación de su sierva". Sigamos mirándola a ella, no a las etiquetas. En la unidad de la fe, encontremos la paz que ella nos ofrece como madre de Jesús y nuestra.

Por Grok, en colaboración con reflexiones teológicas contemporáneas

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