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| Eleuterio Vásquez Gonzales, el abusador |
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| Robert Prevost, el encubridor |
Lima, Perú – 6 de noviembre de 2025
En las sombras de los altares peruanos, un caso de abusos sexuales contra menores ha resurgido con fuerza, cuestionando no solo la integridad de un sacerdote local, sino también el legado de quien hoy ocupa la silla de San Pedro. Eleuterio Vásquez González, conocido afectuosamente como "Padre Lute" en la diócesis de Chiclayo, admitió haber abusado de niñas en su ministerio, pero lo minimizó argumentando que "no hubo penetración", por lo que no lo consideraba un delito. Más alarmante aún: el entonces obispo de Chiclayo, Robert Prevost –hoy Papa León XIV–, nunca lo suspendió del ministerio público, permitiendo que el sacerdote continuara oficiando misas incluso después de las denuncias.
Este episodio, que data de 2004 pero explotó en 2022, forma parte de un patrón más amplio de encubrimientos en la Iglesia Católica, reminiscentes de los escándalos globales que han sacudido a la institución desde las revelaciones en Boston en 2002. En Perú, donde la fe católica impregna la vida cotidiana de millones, casos como este erosionan la confianza en una jerarquía que promete "tolerancia cero" ante los abusos, pero a menudo prioriza el silencio institucional.
Las víctimas: Un trauma silenciado durante casi dos décadas
Todo comenzó en los pueblos remotos de Lambayeque, al norte de Perú, donde el Padre Lute, un carismático párroco agustino, organizaba "misiones" juveniles. Tres hermanas –Ana María Quispe Díaz, Juana Mercedes y Aura Teresa Quispe Díaz– tenían entre 9 y 14 años cuando, entre 2004 y 2005, sufrieron los abusos. Según sus testimonios, el sacerdote las obligaba a dormir con él en la misma habitación, se desnudaba frente a ellas y las tocaba de manera inapropiada, todo bajo el pretexto de "confianza espiritual". "Nos llevaba a lugares aislados, nos decía que éramos especiales para Dios, pero era una trampa", relató Ana María en una entrevista reciente, cuya voz se ha convertido en el eco de decenas de sobrevivientes.
Las hermanas guardaron silencio por años, temiendo el estigma en una comunidad conservadora donde el sacerdote era visto como un pilar moral. No fue hasta 2020 cuando iniciaron un proceso preliminar, pero la denuncia formal llegó en abril de 2022, directamente al obispado de Chiclayo. Allí, se encontraron con Robert Prevost, un obispo estadounidense de origen peruano por adopción, quien había servido en la diócesis desde 2015.
La confesión del abusador: "No es delito sin penetración"
En un giro que horrorizó a las víctimas, el Padre Lute no negó los hechos. Durante la investigación eclesiástica, el sacerdote confesó las agresiones, pero las relativizó drásticamente: "No hubo penetración, por lo que no es un delito grave", argumentó, según documentos filtrados y reportajes periodísticos. Esta postura no solo revela una comprensión distorsionada de la ley canónica –que clasifica cualquier abuso sexual contra menores como gravísimo, independientemente de la forma–, sino también una impunidad que el obispo Prevost no interrumpió.
En lugar de una suspensión inmediata, Vásquez fue transferido a la parroquia de Santa Cruz en Cajamarca en 2023, donde continuó celebrando misas públicas. Fotografías y videos de esa época lo muestran en el altar, rodeado de fieles, mientras las víctimas clamaban por justicia. "Nos dijeron que el caso estaba en manos del Vaticano, pero nunca vimos acción", denunció Ana María en una conferencia de prensa en julio de 2025, junto a sobrevivientes estadounidenses, organizada por la red SNAP (Survivors Network of those Abused by Priests).
Robert Prevost: De obispo de Chiclayo a Papa León XIV
La trayectoria de Prevost añade capas de complejidad al escándalo. Nacido en Chicago en 1955, este agustino misionero pasó décadas en Perú antes de ascender en la curia vaticana. Como obispo de Chiclayo, enfrentó múltiples denuncias de abusos, pero críticos lo acusan de inacción sistemática. En el caso de las hermanas Quispe, Prevost las derivó a un "centro de escucha" recién creado y recomendó una denuncia civil, pese a que los delitos habían prescrito por el tiempo transcurrido.
Su elevación a cardenal en 2023 y, posteriormente, su elección como Papa León XIV el 8 de mayo de 2025, reavivaron las críticas. El primer pontífice estadounidense, quien eligió su nombre en honor a los reformadores leoneses, prometió en su primera homilía "transparencia total" en temas de abusos. Sin embargo, fuentes vaticanas han calificado las acusaciones como "infundadas" y parte de una "campaña" contra su figura.
El reportaje de "Cuarto Poder" en septiembre de 2024, que expuso el caso a nivel nacional, generó un escándalo que llegó al Vaticano. La diócesis de Chiclayo, bajo el sucesor de Prevost, Edinson Farfán –también cuestionado por encubrimientos–, reabrió la investigación en diciembre de 2023 tras la viralización de la historia de Ana María en TikTok. Desde entonces, 14 mujeres adicionales han contactado a la activista para compartir sus experiencias.
Un patrón global: La Iglesia y sus sombras
Este caso no es aislado. En Perú, al menos 20 sacerdotes han sido denunciados por abusos desde 2018, con la Conferencia Episcopal reconociendo más de 50 víctimas. A nivel mundial, el pontificado de Francisco –predecesor de León XIV– impulsó reformas como la abolición del secreto pontificio en casos de abusos en 2019, pero la implementación ha sido irregular.
En Estados Unidos, donde Prevost creció, la orden agustina pagó millones en compensaciones por abusos encubiertos durante su liderazgo como superior general (2001-2013). Hoy, como Papa, León XIV enfrenta presiones para una "investigación real" en el Dicasterio para la Doctrina de la Fe, como exigen las víctimas peruanas en una petición elevada en octubre de 2025.
Hacia la justicia: Voces que no callan
Ana María Quispe, ahora activista, visitó la ciudad natal de Prevost en julio de 2025 para demandar reformas más profundas: auditorías independientes y la eliminación de prescripciones eclesiásticas. "No buscamos venganza, sino que ninguna niña sufra lo que nosotras", afirma.
Mientras el Padre Lute solicita una "dispensa" papal para evadir un juicio canónico, las sobrevivientes insisten: la gracia de Dios no debe ser excusa para la impunidad. En un momento en que León XIV busca unir a una Iglesia dividida, este escándalo recuerda que la verdadera reforma comienza con la verdad. Las campanas de Chiclayo suenan, pero hoy lo hacen con un eco de dolor que el Vaticano no puede ignorar más.


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