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El presunto sicario, un hombre de 38 años de origen afgano-sueco vinculado a una banda de Estocolmo, fue detenido poco después, pero este caso no es aislado. Representa la irrupción de un fenómeno alarmante: adolescentes suecos, reclutados como "soldados exprés" por mafias nórdicas, que viajan a España para ejecutar ajustes de cuentas por sumas irrisorias, apenas "un puñado de euros".
Estos jóvenes, a menudo de 15 a 20 años y procedentes de barrios marginales como Angered en Gotemburgo o Rosengård en Malmö —donde más del 70% de la población es inmigrante—, son "suecos no étnicos", principalmente de origen musulmán y con perfiles de exclusión social. Se sienten discriminados, fuera del sistema, y son fáciles presas para reclutadores que operan vía Telegram, ofreciéndoles estatus, armas y protección a cambio de lealtad ciega.
"Son perfiles muy fáciles de captar. Perfiles de críos que se creen discriminados y se han quedado fuera del sistema", explica un investigador policial. Viajan con billete de ida y vuelta, equipados con logística completa: vivienda, pistolas a 3.000 euros o AK-47 a 6.000 euros procedentes de serbios en Ucrania, e incluso patinetes eléctricos para huir. Su misión es simple: "disparar y salir de España".
En junio de 2025, un chico de 16 años y su cómplice de 19 fueron detenidos en Fuengirola con armas cargadas, listos para un encargo. Meses antes, en Benalmádena, un menor de 17 planeaba un asesinato contra una banda motera, desarticulando una red liderada por un niño de 14 años.
Andy Kraag, director del Centro Europeo de Crimen Grave y Organizado de Europol, lo resume sin paliativos: "Adolescentes pagados para apretar el gatillo empiezan a protagonizar el crimen organizado en 2025 en la Costa del Sol. Adolescentes que, por cantidades ridículas de dinero, matan a una persona".
Matar en España resulta "más barato y más fácil" que en Suecia, donde las penas son draconianas, y permite robar cargamentos de cocaína —un kilo a 12.000 euros— en ajustes por narcotráfico, blanqueo y compraventa de armas.
Las mafias marsellesas están siendo sustituidas en la Costa del Sol por las nórdicas y las irlandesas
Históricamente, la Costa del Sol fue dominio de las mafias marsellesas, con arsenales como el hallado en 2011 en un garaje de Fuengirola, símbolo de su poderío en el tráfico de hachís. Pero el panorama ha mutado. Las bandas nórdicas, especialmente suecas, han trasladado sus operaciones a Marbella y Fuengirola, convirtiendo la zona en una "oficina del sicariato" perfectamente asentada. Paralelamente, las mafias irlandesas, con clanes como los Kinahan o Hutch, han intensificado su presencia desde hace una década, librando guerras por el control del tráfico de drogas hacia Europa. Marbella se ha erigido como una "ONU de mafiosos", albergando más de 100 organizaciones criminales diversas, desde rusos hasta británicos, en un ecosistema de violencia que ha escalado con tiroteos en discotecas y ajustes en puertos. La colaboración entre policías sueca, española y Europol, junto a una red de confidentes, ha abortado varios atentados, pero la impunidad en rutas de escape como Dubái complica el control.
El auge de estos sicarios adolescentes no solo mancha el idilio de la Costa del Sol, sino que evidencia una crisis global de radicalización juvenil en el crimen organizado. Mientras las mafias nórdicas e irlandesas reconfiguran el mapa delictivo, desplazando a las francesas, urge una respuesta coordinada: mayor inversión en inteligencia transfronteriza, programas de reinserción para jóvenes vulnerables y control estricto de armas. Sin ello, Marbella pasará de ser un destino soñado a un cementerio de sueños rotos, donde un puñado de euros vale más que una vida.
 
 
 
 
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