jueves, 16 de octubre de 2025

El Opus Dei, al borde de la irrelevancia

En las sombras de la Curia romana, un cambio radical se cierne sobre el Opus Dei, la institución fundada por san Josemaría Escrivá en 1928 como emblema de la santificación del laicado en el trabajo cotidiano. 

Según fuentes vaticanas, los nuevos estatutos, elaborados tras el motu proprio Ad charisma tuendum de 2022, están listos para su aprobación inminente por el Papa León XIV. El prelado Fernando Ocáriz ha entregado el texto, y en Roma y la sede central de la Obra nadie lo niega: esta reforma no es una mera actualización canónica, sino una disección que podría significar el fin del Opus Dei como entidad unificada.

La esencia del cambio radica en la fragmentación estructural


El Opus Dei se dividirá en tres realidades jurídicas autónomas: una prelatura clerical limitada a los sacerdotes numerarios incardinados; la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, reformulada para sacerdotes diocesanos asociados al carisma; y una asociación pública de fieles que agrupará a los laicos —numerarios, agregados, supernumerarios y cooperadores—. Esta separación rompe la "unidad de espíritu y de gobierno" soñada por Escrivá. El prelado perderá toda potestad sobre los laicos, cuya obediencia y dirección espiritual quedarán desconectadas de la jerarquía central. Ya no habrá normas unificadas para actividades apostólicas; los laicos dependerán de sus propios estatutos y, en última instancia, de obispos locales, diluyendo la autonomía histórica de la Obra.

En el Vaticano, la narrativa oficial es de "adaptación" al Código de Derecho Canónico, corrigiendo el crecimiento desmedido del Opus como "Iglesia dentro de la Iglesia". Un oficial curial lo resume: "No se trata de castigar, sino de devolver las cosas a su proporción". Otro observador añade: "El Papa no quiere abolir la Obra, pero sí impedir que vuelva a actuar como un Estado paralelo. La solución —dividir, distinguir y descentralizar— es elegante y definitiva". Sin embargo, tras bambalinas, se percibe una mano jesuita, heredera de rivalidades desde los años 60, que busca recortar la influencia global del Opus en seminarios, universidades y círculos políticos.

Internamente, el desconcierto es palpable

Numerarios veteranos susurran que esto "cambia la esencia misma de la institución", quitando "la columna vertebral" y obligando a caminar "con muletas". Algunos lo ven como madurez eclesial, una "oportunidad providencial", pero predomina el lamento por la pérdida de cohesión espiritual. La prelatura, reducida al clero, carecerá de peso práctico; la Sociedad Sacerdotal mantendrá un eco simbólico, y la asociación laical, emancipada pero huérfana, arriesga competencia interna o dilución en diócesis locales. El patrimonio —inmuebles, fondos— podría fragmentarse, avivando tensiones por abusos pasados y manejos opacos.

Esta "operación quirúrgica profunda" redefine la relación del Opus con la Iglesia: el prelado como figura simbólica, los laicos como piezas sueltas en un mosaico eclesial más amplio. Tras décadas de expansión militante, el movimiento que simbolizó el laicado organizado se reduce a ecos desconectados, vulnerable a la entropía.

El Opus Dei no desaparecerá de la noche a la mañana, pero como estructura unificada, sí. Esta reforma, disfrazada de equidad canónica, cierra un ciclo de poder eclesial y abre uno de humildad forzada. Para la Iglesia, es un recordatorio: ninguna obra humana es eterna; solo la Providencia la sostiene. 

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