sábado, 18 de octubre de 2025

Se consuma el cisma entre la Iglesia de Inglaterra y las provincias del África subsahariana

Arzobispo Henry Ndukuba (Nigeria)
En un giro histórico que acelera la fractura de la Comunión Anglicana, la elección de Sarah Mullally como la 106ª Arzobispa de Canterbury y Primada de Toda Inglaterra marca el punto de no retorno en un conflicto doctrinal que ha dividido a la tradición anglicana durante décadas. Anunciada el 3 de octubre de 2025, esta designación no solo rompe el techo de cristal de género en la sede primacial —Mullally será la primera mujer en ocupar el cargo, asumiendo en enero de 2026—, sino que profundiza el abismo entre la Iglesia de Inglaterra y las provincias conservadoras del Sur Global. 

La Iglesia de Inglaterra, cuna del anglicanismo, se encuentra hoy aislada en su liberalismo progresista. Con solo alrededor del 20% de los 85 millones de anglicanos mundiales bajo su influencia directa, el resto —aproximadamente el 80%— reside en África, Asia y América Latina, donde las iglesias priorizan una fe ortodoxa centrada en la Biblia. 

Esta disparidad numérica no es mera estadística: refleja un cisma teológico en gestación desde la década de 1990, exacerbado por eventos como la consagración de Gene Robinson como obispo gay en 2003 y las bendiciones a uniones del mismo sexo aprobadas en Inglaterra en 2023. 

Sarah Mullally, exenfermera jefe del NHS y actual Obispa de Londres, encarna este revisionismo: su trayectoria incluye defensa de la inclusión LGBTQ+ y una visión pastoral que integra valores culturales contemporáneos, lo que choca frontalmente con la ortodoxia africana.

El detonante inmediato ha sido la respuesta de GAFCON (Grupo de Anglicanos de la Comunión Federal), la red conservadora que agrupa a 75 millones de fieles, principalmente africanos. En un comunicado del 6 de octubre, GAFCON lamentó la elección de Sarah Mullally como "un paso más en la erosión de la autoridad bíblica", afirmando que no puede mantener comunión plena con provincias que promueven "agendas revisionistas" subordinando la Escritura a modas culturales modernas. 

Líderes como el Arzobispo de Nigeria, Henry Ndukuba, han calificado el nombramiento de "traición a la fe apostólica", urgiendo a las iglesias globales a priorizar la verdad bíblica sobre la unidad institucional. Esta postura no es nueva: GAFCON, fundado en 2008, ya opera como una alternativa paralela, con sínodos independientes en Jerusalén y una creciente influencia en misiones y formación clerical.

El impacto trasciende lo eclesial. En África subsahariana, donde el anglicanismo crece a ritmos del 4% anual gracias a su énfasis en conversión y moralidad tradicional, el cisma acelera la desconexión de Canterbury. 

Países como Uganda y Kenia, con millones de anglicanos, han amenazado con boicots a reuniones de la Comunión, optando por alianzas con evangélicos globales. En Inglaterra, por el contrario, la Iglesia enfrenta declive: sus feligreses caen un 2% anual, y el apoyo a reformas liberales no revierte la secularización galopante.

Este divorcio no es solo geográfico, sino espiritual. Mientras Sarah Mullally promete "una iglesia inclusiva y compasiva", sus críticos ven en ella el símbolo de un anglicanismo eurocéntrico desconectado de sus raíces reformadas. La elección, aprobada por la Corona y el Parlamento, ignora las voces del Sur Global, perpetuando un colonialismo doctrinal invertido.

El cisma anglicano, consumado con la ascensión de Sarah Mullally, no es el fin de la tradición, sino su bifurcación inevitable. La Iglesia de Inglaterra, anclada en valores posmodernos, pierde su hegemonía numérica y moral ante un anglicanismo vibrante y bíblico en el Sur Global. 

GAFCON emerge no como disidente, sino como guardián de la ortodoxia, recordando que la verdadera comunión se forja en la fidelidad a la Escritura, no en concesiones culturales. En este nuevo paisaje, el anglicanismo global se redefine: uno, inclusivo y menguante; el otro, fiel y expansivo. La historia juzgará si la unidad sacramental prevalece sobre la verdad eterna, pero por ahora, el velo del templo se ha rasgado de nuevo.

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