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En ese sentido, el director del Instituto Cervantes ha reconocido públicamente que no se siente cómodo con el plural masculino genérico y que prefiere fórmulas como el doble plural («españoles y españolas», por ejemplo) o términos neutros que abarquen ambos géneros sin desdoblamiento, como «ciudadanía» en lugar de «ciudadanos» o «ciudadanos y ciudadanas».
Esta postura contrasta frontalmente con la de la RAE, que en 2024 emitió una serie de recomendaciones advertía del uso creciente de fórmulas lingüísticas promovidas por motivos ideológicos, alejadas del uso habitual del español y de su lógica gramatical.
No es la primera vez que la Academia alza la voz contra estas innovaciones, a menudo en sintonía con posiciones más conservadoras, mientras el Cervantes, bajo la batuta de Montero desde 2021, se inclina hacia una visión más progresista y abierta a la diversidad lingüística.
La historia de rechazos de la RAE al lenguaje inclusivo se remonta al menos a 2020, cuando publicó un informe detallado sobre el tema. En él, la institución argumentaba que el español ya es inclusivo por naturaleza, con el masculino genérico como herramienta eficiente para referirse a grupos mixtos, y rechazaba alteraciones como el uso sistemático de la «e» o la «x» (por ejemplo, «todes» o «latinx»), considerándolas innecesarias y contrarias a la economía y armonía del idioma.
Este dictamen surgió en respuesta a consultas sobre reformas constitucionales en varios países hispanohablantes, donde se proponía adaptar textos legales al «lenguaje no sexista». La RAE, fiel a su rol custodio, insistió en que tales cambios responden más a presiones políticas que a necesidades lingüísticas reales, un eco que resonó en México y Argentina, donde el Cervantes había promovido talleres sobre inclusión de género en el lenguaje.
Otro hito llegó en febrero de 2024, con una nota específica sobre las «Recomendaciones para un uso no-sexista del lenguaje en la Administración Pública». Aquí, la RAE criticó duramente guías oficiales que fomentaban desdoblamientos obligatorios o neologismos, argumentando que violan principios gramaticales consolidados y generan un español «torpe y discriminatorio» al priorizar la ideología sobre la claridad.
Esta declaración coincidió con iniciativas del gobierno español, afín al PSOE, para implementar tales guías en instituciones públicas, donde el Cervantes participaba activamente en campañas de promoción cultural. García Montero, alineado con esta agenda, defendió en foros internacionales la necesidad de «evolucionar el idioma hacia la igualdad», posicionando al instituto como baluarte de la modernidad lingüística.
No menos significativa fue la oposición de la RAE en 2023 a la irrupción de pronombres neutros como «elle» en manuales educativos. Ante la proliferación en redes y medios, la Academia emitió un comunicado recordando que el español carece de género neutro gramatical para personas, y que forzar su creación desvirtúa la lengua sin resolver desigualdades reales.
Mientras tanto, el Cervantes incorporaba estos elementos en sus programas de enseñanza online, generando fricciones internas en el mundo hispánico. Finalmente, el clímax de 2025, durante el Congreso Internacional de la Lengua Española en Arequipa, donde Montero arremetió contra Muñoz Machado acusándolo de priorizar «negocios» sobre filología, y la RAE respondió con un respaldo unánime de las Academias asociadas, reafirmando su rechazo a «imposiciones ideológicas» en el idioma.
En resumen, la RAE ha rechazado el lenguaje inclusivo al menos en cuatro ocasiones clave desde 2020 —el informe fundacional, la nota de 2024, la crítica a pronombres neutros y la defensa reciente ante el Cervantes—, siempre priorizando la tradición gramatical sobre modas políticas. García Montero, por su parte, encarna esa brecha: un poeta que sueña con un español «democrático», pero que, irónicamente, parece más cómodo siguiendo consignas ministeriales que debatiendo con la pluma en la mano. Al final, mientras Cervantes y RAE se enzarzan en esta querella quijotesca, el español sigue hablando por sí solo, indiferente a quienes pretenden vestirlo con banderas ajenas.

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