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| Irene Montero | 
Has sido, sin duda, la peor figura en un gobierno de puteros, proxenetas y ladrones donde tu ineptitud brillaba con luz propia.
¿Por qué te odiamos? Porque no has hecho nada bueno por nadie. Absolutamente nada.
Tu figura es terrorífica, tóxica, antipática. No es solo una percepción subjetiva; es un consenso tácito entre quienes te hemos observado.
Tus dientes de caballo, que exhibes con una sonrisa forzada en cada comparecencia, parecen simbolizar esa agresividad velada que destilas.
Fuiste condenada por llamar "maltratador" a un padre anónimo, un error judicial que expuso tu ligereza con las palabras y el dolor ajeno. Esa sentencia no fue un tropiezo; fue la punta del iceberg de tu irresponsabilidad.
Y luego está tu famosa "ley del solo sí es sí", ese disparate legislativo que liberó a abusadores y violadores de mujeres honradas y decentes. Bajo el pretexto de una justicia más humana, abriste las puertas de las cárceles a depredadores que hoy caminan libres, aterrorizando calles y hogares.
¿Cómo se te ocurrió? ¿En qué mundo paralelo pensaste que eso empoderaba a las víctimas? Tú no eres honrada ni decente; eres el rostro de una hipocresía que finge feminismo mientras socava sus pilares.
Comparada con Yolanda Díaz, que parece tonta e iletrada, tú eres mala persona. Punto.
El Ministerio de Igualdad que dirigiste no luchaba contra el machismo; lo visibilizaba de forma extrema, convirtiéndolo en un monstruo omnipresente que asfixiaba a las mujeres en lugar de emanciparlas.
Decías representarnos, pero no hacías otra cosa que mandar sobre nosotras, dictando cómo debíamos vivir, amar y sufrir. Nadie te odia más que las mujeres a las que traicionaste con tu paternalismo tóxico.
Recuerda tu debut como ministra, en febrero de 2020: lo primero que hiciste fue celebrar tu cumpleaños en las oficinas del ministerio, grabarlo y difundirlo en redes sociales.
Mientras el país lidiaba con los primeros ecos de una pandemia, tú priorizabas tu ego. Y no paraste ahí. Señalaste con nombre y apellidos a la dueña de una casa que no hacía con su propiedad lo que tú creías "correcto". Esa mujer sufrió acoso durante semanas, perseguida por tus huestes ideológicas.
¿Empoderamiento? No, linchamiento selectivo.
Tu ministerio trabajaba única y exclusivamente para empeorar la vida de las mujeres. Recursos malgastados en campañas absurdas, en ideología pura sin impacto real. Fuiste la ministra peor valorada en un gobierno que ya era un descrédito nacional. Hoy, lejos del poder, tu legado es un vacío: promesas rotas, divisiones ahondadas y un feminismo mancillado.
Te odiamos, Irene, porque representas lo peor de la política: el oportunismo envuelto en victimismo. Ojalá reflexiones, pero dudo que lo hagas. Mientras tanto, las mujeres seguimos, sin ti.
Olga Pereda
 
 
 
 
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