
Aner Peritz Manterola
El escándalo del campamento de Bernedo: Cuando la ideología se impone a la infancia.
En un tono provocador y explícitamente ofensivo, Aner Peritz Manterola, uno de los responsables del campamento infantil de Bernedo en Álava, declaraba en un texto público: «Queremos mariconizar a vuestros hijos». Esta frase, cargada de connotaciones homofóbicas y pedófilas, no es un lapsus aislado, sino el reflejo de una ideología radical que ha permeado un espacio destinado a niños y adolescentes. El campamento, organizado por la asociación Aner Euzkitze durante décadas, se presentaba como un enclave "progresista" y "abertzale", pero las denuncias de padres han destapado un horror que va más allá de lo imaginable.
Bernedo, un pequeño municipio alavés, albergó durante el verano de 2025 colonias para menores de entre 8 y 17 años. Lo que en principio parecía una iniciativa educativa con toques vascos y ecológicos se transformó en un laboratorio de experimentación ideológica. Testimonios de familias revelan duchas mixtas donde monitores adultos se desnudaban junto a los niños, talleres sobre "actos sexuales" y un ambiente de coqueteo forzado que normalizaba lo inapropiado.
«Los responsables se duchaban desnudos junto a los menores», denunciaban padres en redes sociales, exigiendo explicaciones a la Diputación Foral de Álava, que subvencionaba el evento. Aner Peritz, poeta "transfeminista" y activista abertzale, dirigía estas actividades con un discurso que fusionaba nacionalismo vasco con agendas LGTBI radicales, promoviendo la "desnormalización" de la heteronormatividad a través de la exposición forzada.
La frase incriminada proviene de un manifiesto donde Peritz y su colectivo explicitan su objetivo: "mariconizar" —es decir, "feminizar" o "homosexualizar" de manera coercitiva— a la juventud, como forma de resistencia al "patriarcado". No era broma, como admitió en posteriores aclaraciones: «No tenemos hijos normalmente. Para que vosotros tengáis vuestros hijos normales, nosotros queremos mariconizarlos».
Esta confesión ha desatado una tormenta política. Vox y sectores conservadores la han calificado de "degeneración ideológica", mientras que la izquierda abertzale guarda un silencio cómplice. La Diputación admite haber conocido el campamento "hace décadas" y haberlo "controlado", pero niega responsabilidad en los abusos.
El caso trasciende lo local: revela cómo ciertas élites progresistas usan la educación infantil como ariete para imponer visiones del mundo que ignoran el consentimiento y la protección de los vulnerables. En un país donde los escándalos de pederastia en entornos educativos no son raros, Bernedo pone en jaque la narrativa de la "inclusión" cuando esta se convierte en invasión. Padres aterrorizados han retirado a sus hijos y exigen dimisiones, pero ¿hasta cuándo se tolerará que ideologías extremas se disfracen de pedagogía?
El escándalo de Bernedo no es solo un fallo administrativo; es un síntoma de una sociedad que prioriza dogmas sobre la inocencia.
Proteger a los niños exige rechazar sin paliativos cualquier intento de "reeducación" que los exponga a manipulaciones adultas.
Es hora de que las instituciones actúen con rigor, no con excusas, y que la sociedad recupere el sentido común: la infancia no es un campo de batalla ideológico. Solo así evitaremos que frases como la de Peritz pasen de la provocación a la realidad.
Es hora de que las instituciones actúen con rigor, no con excusas, y que la sociedad recupere el sentido común: la infancia no es un campo de batalla ideológico. Solo así evitaremos que frases como la de Peritz pasen de la provocación a la realidad.
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